ME PUEDO EQUIVOCAR
Muchas veces se piensa que al ser
cristiano significa no equivocarse, pero no es así, puedo equivocarme con mis
hijos, con mi esposa (o), con amigos(a), con mis hermanos en la fe, mi conducta
no puede ser la indicada con la fe que profeso.
Por lo tanto, como seres humanos en algún momento de nuestra vida
podemos errar. ¿Qué debemos hacer cuando nos equivocamos? No
todas las personas tienen la humildad para reconocer sus errores, muchas veces nos sentimos tan mal que pensamos que la
solución es apartar del camino del Señor, perder la amistad, dividir la
familia.
La
Escritura es tan perfecta y enseña que grandes hombres en la fe también se
equivocaron en su conducta, uno de ellos, fue el rey David, otro, el apóstol
Pedro, pero ellos enseñan que tenemos dos opciones, reconocerlo y buscar el
perdón de Dios o no admitirlo y estar alejados de Dios.
De
la misma forma, restaurar la relación quebrantada, o seguir con la
división. La escritura, la palabra de
Dios nos prepara para toda buena obra, la Biblia nos dice en Salmo 32:5, “Pero
te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije: «Voy a confesar mis
transgresiones al Señor», y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.
Proverbios 28:13, “Quien
encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja halla perdón”.
1 Juan 1:9, “Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad”.
Si
por orgullo no queremos admitir nuestras equivocaciones, nos engañamos nosotros
mismos, no vamos a estar bien con Dios, “El Señor detesta a los que se
creen mejores que los demás y es seguro que castigará a los orgullosos”, Proverbios
16:5 (PDT).
Es mejor seguir el consejo de
el Rey David, “¿Quién se da cuenta de sus propios errores? ¡Perdona, Señor,
¡mis faltas ocultas! Quítale el orgullo a tu siervo; no permitas que el orgullo
me domine. Así seré un hombre sin tacha; estaré libre de gran pecado.”, Salmo
19:12, 13 (DHH).
O como el ejemplo que enseño
nuestro Señor Jesucristo en Lucas 18:10-11, en la parábola del fariseo y el publicano.
El fariseo, puesto en pie,
oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los
otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano.
Este fariseo actuaba con
orgullo y no reconocía la necesidad del perdón de Dios, no veía sus propias
faltas y resaltaba la de los demás. ¡Hipócrita! saca
primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del
ojo de tu hermano, Mateo 7:5.
Lucas 18:13-14, Mas el
publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 os
digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque
cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será
enaltecido.
Nuestro Señor Jesucristo enseñó
que el fariseo reconocía que estaba mal, que necesitaba el perdón de Dios, él
fue justificado porqué pidió perdón, mientras el fariseo no reconoció sus
faltas y no fue justificado.
“No reconocer nuestras
equivocaciones no conduce a nada lo enseña la palabra de Dios”. El que reconoce
sus errores, lo confiesa y se aparta obtendrá el perdón de Dios. Y eso es algo
que todos podemos hacer.
Si nos equivocamos, es el
momento de reconocerlo, pedir perdón a Dios, y a quien ofendimos, no esperemos
que sea demasiado tarde. ¿Qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se
aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece, Santiago 4:14.
Y quien recibió la ofensa,
recuerde, perdonar para ser perdonado, Mateo 6:14. Si no perdona
estaría en la misma situación, errando.
Presentado
por José Fernando Pava Romero, es miembro y predicador de la iglesia de Cristo
que se reúne en Barrancabermeja, Colombia.